CINCO PROGRAMAS Y UN ARTICULO
Nuria Vidal
“El progreso es meramente una idea moderna; es decir, una idea falsa” “Viciosa es toda clase de contranaturaleza”. Federico Nietzsche. “El Anticristo”.
El programa “El hombre y la Tierra”, del doctor Rodríguez de la Fuente, ha despertado una violenta contestación en un determinado sector del público, del cual es muy representativo el señor Lasa, crítico de TV de Tele/Express. No es extraño que las palabras y las imágenes que el programa nos ha ofrecido en estos cinco capítulos hayan molestado a más de uno. Es evidente que para unos hombres que defienden la supremacía de la “obra civilizadora de Occidente”, basada en la escisión cada vez más aguda entre el hombre y su entorno, entre el hombre y la naturaleza, en una tecnificación constante con un abandono de cualquier tipo de iniciativas físicas o mentales, encontrarse con una cultura como la que nos permitieron contemplar los indios yanomamos de Venezuela tiene que resultar penoso. Rodríguez de la Fuente se enfrenta con este programa a dos tipos de pensamiento que mantienen ideologías muy diferentes, pero que curiosamente tienen entre sí una similitud total en el sentido de creer en la “superioridad del hombre blanco civilizado”. Tanto católicos convencidos como marxistas ortodoxos, pasando por simples burgueses bien conformados con su historia, encuentran una aberración que el señor Rodríguez de la Fuente se atreva a decir que estos indios son felices, viven como quieren y tienen todo el derecho del mundo a continuar su existencia sin que nada ni nadie tenga que intervenir en una labor “civilizadora”.
El señor Lasa dice pomposamente en su artículo (1) “… esas pobres gentes a las cuales no hay que esclavizar jamás…, pero a las que si será necesario CIVILIZAR”, así con mayúsculas. ¿Qué entenderá este buen señor por civilizar? ¿Acaso no se le ha ocurrido pensar que una cultura no pasa para todo el mundo por saber leer y escribir? ¿El qué, además? ¿Por tener muchos medicamentos que no sirven para nada de los cuales están llenas nuestras farmacias, ir vestidos hasta el cuello contraviniendo las más lógicas normas de la naturaleza en regiones cálidas donde no se precisa la ropa; o quizá pase la civilización por tener una televisión a la cual estar aferrados todo el día con una botella de coca-cola o whisky, según los casos, droga perfectamente permitida y estimulada por nuestras bien amadas clases dirigentes defensoras de los valores sacrosantos de la cultura occidental? No se le ha ocurrido razonar con su estrecha mente occidentalizada que una cultura se define ante todo por la mejor adaptación al medio, sabiendo aprovechar las ventajas que le ofrece, creando nuevas condiciones que favorezcan su desarrollo, y no por el número de universitarios que pueblan cementerios culturalistas tan abundantes en Europa o América.
Me parece que es mucho mejor contemplar y admirar, ya que pretender ser como ellos entraña numerosas dificultades a nuestras programadas y reprimidas mentalidades, como aún quedan comunidades humanas en la Tierra capaces de eso, de vivir en comunidad, de trabajar para todos, de no mantener dependencias económicas o sociales con una total libertad de acción y de trabajo que trae consigo una responsabilidad total ante la sociedad en que se desarrolla. Cada individuo tiene una función específica en la vida del poblado que cumple con agrado; su trabajo no es una carga, no es un castigo divino: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, es una diversión que les permite mantener el ritmo de vida que han elegido, en una asombrosa convivencia de hombres, mujeres y niños con los animales de la selva, a los cuales quieren y cuidan con un absoluto respeto que alcanza todo lo que tiene vida. Es asombroso encontrarse con alguien que aún es capaz de utilizar las manos para construir sus objetos, que mueve los pies con tal agilidad que son en realidad unas segundas manos, que sabe sacar de la tierra alimentos, medicinas y productos para la construcción de sus aldeas y adornos.
Dice con toda frescura el señor Lasa refiriéndose a los comentarios de Rodríguez de la Fuente: “…entonar un canto entusiástico y enfervorizado al analfabetismo, la mugre y la falta de toda protección médica que mantienen a aquellas gentes en una patética y nada culpable ignorancia…” No se ha parado a pensar el señor Lasa que analfabetismo es un concepto nuestro y no suyo, que mugre es una idea nuestra y no suya y que protección médica la necesitamos nosotros, pero no ellos. Para qué necesitará un yanomamo saber leer y escribir si su tradición cultural no pasa por los libros ni por las historias escritas; el indio venezolano sabe leer el cielo, la tierra, los ríos, las plantas, cosa en la que estoy segura es completamente analfabeto el señor Lasa. Para qué quiere el indio vestirse y cubrir su cuerpo, por demás de una belleza equilibrada, si no tiene tabues morales, religiosos o sociales que se lo impongan y en cambio el clima y el medio favorecen su desnudez. Para que quiere medicamentos químicos que tan sólo contribuyen a estropear un organismo si pueden obtener de la selva cualquier tipo de planta para combatir sus enfermedades. Parece que el comentarista de TV se ha confundido en sus apreciaciones y piensa que son lo mismo los indios transculturados que viven en la civilización al servicio de la industria y las plantaciones con numerosos problemas de adaptación y una gran mortalidad a falta de una alimentación adecuada y sobre todo, con una abulia de vivir, que los indios que pudimos ver en la pantalla, indios que gozan de una perfecta salud física y mental y que consiguen alcanzar edades muy avanzadas en plena posesión de sus facultades. Habla el señor Lasa de mugre ¿Acaso no es mucho menos higiénica nuestra sociedad polucionada, nuestro sistema de vida, por muchos lavabos, bañeras, jabones, pastas de dientes y desodorantes que usemos? El yanomamo vive al sol, como debiera ser, se baña cada dia en sus ríos al caer la tarde en una especie de fiesta en la que participan todos los habitantes del poblado, sin distinción de edades o sexos, siendo este uno de los momentos más apreciados por la comunidad, utiliza para su adorno y limpieza productos vegetales adecuados en lugar de las incómodas, antihigiénicas y desagradables ropas que nos vemos obligados a usar nosotros y que según este señor tendrían que llevar los indios como primer paso para civilizarse… “…indígenas que lucen al sol y a la serena sus trajes de piel idiota, descalzos hasta la barbilla.” Me pregunto: ¿quién es el idiota, ellos o nosotros? Dice en otro sitio este universitario comentarista que parece imposible que se pueda hacer “…una apología de un pueblo de terrible mortalidad y precaria existencia cuyos niños de vientres abultados revelan su deficiente nutrición por muchas arañas peludas que se zampen…” En qué se basará este bien alimentado crítico que come productos envasados hace cinco o seis años, pescados congelados, carne la mayor parte de las veces pasada, frutas y verduras maduradas en cámaras frigoríficas, pan elaborado con productos químicos, etc (¡que diferencia hay entre una araña peluda y un caracol de jardín, tan apreciado por algunas personas¡) Qué argumentos puede utilizar para criticar a este pueblo que aún mantiene una dieta de productos naturales, peces recién pescados en ríos no contaminados, animales cazados de un día para otro, frutas cogidas directamente de las plantas, sin un afán depredador, ni consumidor, ni conservador; se coge lo que se necesita, no hay que ahorrar para el futuro, no hay que guardar nada, la selva lo da todo gratis. Este equilibrio alimenticio de proteínas y vitaminas que mantiene en plena forma a los indios que aún viven de acuerdo con sus antiguas costumbres es lo que les da la agilidad y elasticidad y la belleza formal de sus cuerpos, en los que no se aprecia ninguna tara física, no hay hombres o mujeres gordos o flacos, no hay enfermos de la vista, no hay, en suma, deficientes físicos, tan abundantes en nuestra sociedad. Se asombra por último el señor Lasa de que el doctor de la Fuente hablara elogiosamente de la droga que los indios aspiran por la nariz, el yopo, con el cual se sitúan en un plano de suprarealidad. Los indios en estado de yopo o yopados se transmiten sus más antiguas sabidurías, sus más profundos conocimientos y se ponen a si mismos a prueba. El señor Lasa vuelve a caer en un error generalizado propio de mentes cerradas. Las drogas alucinógenas fueron utilizadas por todas las culturas y civilizaciones desde las más lejanas épocas del mundo como medio de acceder a un conocimiento superior, como vehículo de superación del hombre mismo; las drogas alucinógenas no producen hábito y son, científicamente demostrado, prácticamente inofensivas para la salud física y mental. Si son perseguidas es por motivos menos caritativos de lo que este comentarista parece creer, puesto que producen mucho mas daño el tabaco o el alcohol, convenientemente aupados por nuestra sociedad de consumo.
Con todo esto no quiero en principio defender al doctor Rodríguez de la Fuente, el cual me merece todos los respetos, sino simplemente manifestar mi apoyo hacia una labor cultural que pretende mostrarnos que no todo el mundo es como nosotros, que no toda la humanidad está deseducada, alienada y reprimida. Estos cinco episodios nos han permitido acercarnos a una realidad diferente de la nuestra que ha sido tratada por el comentarista de Tele/Express de una forma harto superficial, generalizando algunas ideas comunes acerca de los indios sudamericanos sin pararse a pensar en las diferencias internas de las comunidades según si viven o no de acuerdo consigo mismas o si están transculturalizadas. El subdesarrollo se produce por una ruptura en el equilibrio entre población y producción, producida generalmente por medios ajenos a la propia cultura. “La civilización occidental ha establecido sus soldados, sus factorías, sus plantaciones y sus misioneros en el mundo entero; ha intervenido directa o indirectamente en las vidas de las poblaciones de color; ha transformado completamente su forma de vida, imponiéndo la suya, instaurando las condiciones que conducían al derrumbe de los marcos existentes sin reemplazarlos por nada más” (2). Parece que ésta es la obra civilizadora que pide el señor Lasa para los indios yanomamos.
(1) Tel/Express, 15 de junio de 1974
(2) Levi Straus, presentación y antología de textos. Editorial Anagrama. Barcelona, 1974; pagina 184.
Publicado en la Revista Destino, número 1916, junio 1974
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